¿Para qué sirve la gramática?


En la antigüedad, la gramática tenía la función de establecer las reglas para hablar y escribir de una manera "correcta".

Los inicios de la gramática se remontan a la India del siglo VI a.c., aproximadamente, con los estudios que Iaska y Panini realizaron sobre el sánscrito. De hecho, es a Panini a quien se atribuye la primera gramática conocida: eAṣṭādhyāyī.

Para Occidente, el primer tratado sobre este tema fue el de Crates de Malos, hacia el siglo II a.c., aunque en la antigua Grecia  la gramática más bien era concebida como una herramienta que respondía únicamente a necesidades expresivas.

Fue hasta que Dionisio de Tracia escribió su Tékhne Grammatiké (Arte Gramática), en el siglo I a.c., que se sentaron las bases para que la gramática se convirtiera en un estudio metódico de las reglas combinatorias de una lengua (el griego), modelo que posteriormente fue replicado para el latín y otras lenguas europeas, durante la Edad Media y el Renacimiento, lo cual nos lleva al primer tratado para nuestra lengua, la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija, publicada en 1492.

Ahora bien, ¿qué tienen en común todos estos precedentes? La respuesta es que la función que daban a la gramática era la de establecer las reglas para hablar y escribir de una manera "correcta".

En la actualidad, la gramática es una de las disciplinas englobadas por la ciencia lingüística, cuyo objetivo es observar y describir la manera en que los elementos de una lengua se relacionan para formar estructuras de variadas complejidades (desde frases hasta textos completos), y analizar cómo esas combinaciones generan significados.

Pero más allá de lo estrictamente científico, ya en el terreno de la práctica, el uso que los hablantes podemos dar a la gramática es el de establecer un estándar que permita que un discurso, ya sea escrito o hablado, pueda ser entendido por el hablante de cualquier variante de una lengua.

Así, por ejemplo, yo que soy una hablante de español mexicano, escribo este texto siguiendo una serie de lineamientos que permitirán que sea entendido lo mismo por un hablante de español colombiano, que por uno de español argentino, de español peruano, español ibérico, etcétera, etcétera.

Porque si bien la lengua pertenece a los hablantes, y somos los hablantes quienes, en el ejercicio de nuestra lengua, vamos determinando las reglas del juego, lo cierto es que necesitamos también establecer un marco común que nos permita entendernos mutuamente, y es ahí donde la gramática cobra relevancia.



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